SALUD DESDE EL FEMINISMO

En este artículo, tratamos de diseminar la realidad de la Salud y la Medicina desde una visión feminista con el objetivo de evidenciar el sesgo de género que existe y cómo nos afecta a las mujeres.

Aunque las mujeres y los hombres tenemos una biología diferente, a lo largo de la historia, la medicina y la ciencia han avanzado con una visión androcentrista, es decir, basados en el estudio de la biología y sintomatología de los hombres y extrapolando los resultados a las mujeres.

Este sesgo, genera que las mujeres no recibamos diagnósticos y tratamientos adecuados y se nos someta a una sobre medicalización de nuestros procesos fisiológicos como pueden ser la menstruación, embarazo, parto y menopausia.

El impacto del sesgo médico y científico en las mujeres 

La paradoja de las enfermedades cardiovasculares es una muestra clara del sesgo médico y científico que impera, ya que, aunque las mujeres sufrimos menos infartos (el 25% frente al 75% en los hombres), tenemos el doble de probabilidades de morir que los hombres.

Para entender esto, debemos revisar cómo hemos llegado hasta aquí. En los años 70 comenzaron a hacerse estudios de enfermedades cardíacas, y como las estadísticas presentaban más mortalidad en los hombres, se decidió excluir a las mujeres de los estudios clínicos.

Sin embargo, una década más tarde, el estudio Framingham Heart Study demostró que el problema no era que las mujeres sufrieran menos  enfermedades cardíacas que los hombres, sino que la falta de diagnóstico las invisibilizaba. Este estudio demostró que las mujeres tenían un 33% más de infartos de miocardio no detectados que los hombres, y que a partir de los 65 años, el 100% de casos no se identificaban y no aparecían en los registros.

Para cuando llegaron estos datos, la ciencia llevaba varias décadas extrapolando síntomas y protocolos de diagnóstico y tratamiento a las mujeres, que se basaban en datos obtenidos de estudios hechos a hombres.  

Hoy sabemos que el origen, sintomatología y tratamiento de enfermedades cardiovasculares en mujeres tiene requerimientos distintos a las necesidades de los hombres, sin embargo, tras tantas décadas de ciencia androcentrista, los datos sanitarios siguen mostrando que la falta de prevención, diagnóstico y tratamiento de enfermedades cardiovasculares específico a las necesidades biológicas de las mujeres tiene una incidencia directa en la mortalidad de las mujeres que padecen estas patologías.

Ensayos clínicos masculinizados:

El sesgo en medicina también se aplica a ensayos clínicos, donde la población femenina se encuentra infrarrepresentada. En el caso de estudios clínicos, el 75% de los estudios se hacen sólo con muestras de ratas macho.

En un estudio que analizaba la representación de sexo en ensayos clínicos llevados a cabo con animales entre 2006 y 2016, comprobaron que el 71% se hicieron sólo con machos, el 15% se hicieron con machos y hembras, y el 13% se utilizaron exclusivamente a hembras.

Hay que entender que para que se lleven a cabo ensayos clínicos de fármacos con humanos, en muchos casos, se requiere que se hayan hecho estudios preclínicos con animales.

Esto significa que las terapias farmacológicas para mujeres se determinan en su gran mayoría en función a datos masculinos extrapolados a mujeres, sin tener en cuenta nuestra propia naturaleza biológica y necesidades específicas.

Estamos hablando de que a más de la mitad de la población se le está aplicando algún fármaco que no se sabe con evidencia empírica cómo actúa y qué efectos secundarios tiene entre la población femenina.

Medicalización de los procesos naturales de las mujeres:

Making it easy to access birth controlTambién existe un sesgo de género en los profesionales sanitarios, que lleva en muchos casos a no diagnosticar adecuadamente las patologías de las mujeres y a medicalizar procesos naturales como la menstruación, el parto, embarazo o la menopausia.

La invención de la píldora anticonceptiva en 1950, se presentó no sólo como la solución para evitar embarazos no deseados, sino como la gran panacea para regular nuestras hormonas y dejar de sufrir síntomas menstruales.

Lo que no se cuenta tanto es que es un medicamento que suprime la  ovulación, y que el sangrado que se tiene al dejar de tomarla, es por deprivación, es decir,  no es un óvulo que no ha sido fertilizado y es expulsado por nuestro cuerpo de forma natural, sino que es un sangrado que surge por dejar de tomar la píldora.

Tampoco nos contaron cómo afecta a nuestra libido, fertilidad, hormonas, cambios de humor e incluso trombosis, sólo nos prometieron que dejaríamos de sufrir cada mes.

Otra consecuencia de la falta de estudios específicos en salud femenina genera que, gran parte de las molestias que presentan las mujeres se interpreten como alteraciones mentales. 

¿Sabías que el 85% de los psicofármacos consumidos en España se administra a mujeres? Algunos pensarán que quizás estamos más locas, y la verdad es que razones no nos faltan. 

Pero el hecho es que ser mujer aumenta la probabilidad de ser medicada, ya que ante cualquier demanda por dolor o por cualquier tipo de malestar que presentemos, es más probable que recibamos un psicofármaco que si fuéramos hombre.

La falta de recursos y personal sanitario hace que, en muchos casos, la prescripción de ansiolíticos o antidepresivos se haga sin un diagnóstico riguroso, sin analizar más allá de los síntomas o entender que factores personales y sociales que sufrimos las mujeres. Y sobre todo, sin ofrecer un soporte psicológico  que ayude a abordar el origen del problema y desarrollar herramientas personales para superarlo.

Violencia obstétrica:

Imagen MamagazineMara Ricoy en su libro Parto y feminismo. Cómo parir en una sociedad machista, define la violencia obstétrica como “cualquier práctica o actitud médica, expresada mediante el lenguaje o los actos, que durante el seguimiento gineco-obstétrico de las mujeres embarazadas, parturientas o lactantes, ignora los derechos, deseos, decisiones, necesidades, emociones y/o dignidad de las mujeres, así como la de sus bebés”⁠.

Estos procedimientos incluyen cesáreas no justificadas, episiotomía, la maniobra de Hamilton, la de Kristeller, la rotura de bolsa, ventosas, fórceps y la separación de madre y neonato, la falta de información y de consentimiento informado de las mujeres y el trato jerárquico y deshumanizador. 

La violencia obstétrica surge también de una visión antropocéntrica de la sanidad y de la normalización de prácticas que se transmiten de generación en generación. 

Muchas son las activistas que denuncian la falta de recursos y formación que sensibilice a los profesionales sanitarios a respetar las necesidades de las mujeres y a pedir su consentimiento en cualquier decisión médica que se nos infrinja.

Personal sanitario y mujeres a cargo de personas dependientes:

Y por último, no podemos olvidarnos de las grandes olvidadas; las mujeres representan el 66% de nuestro personal sanitario. En concreto son el 51 % en medicina, el 84 % en enfermería, el 72 % en farmacia, el 82 % en psicología y el 84 % del personal de residencias para mayores y personas dependientes.

Además, de los servicios de limpieza hospitalaria y de residencias, y a todas las mujeres invisibilizadas que asumen los cuidados de personas dependientes en sus casas y que son esenciales para nuestra sociedad. Son estas mujeres las que están al pie del cañón y trabajan en uno de los sectores con mayor tasa de temporalidad, peor remunerados y socialmente menos valorados.

A todas ellas también, queremos darles su lugar y pedirles que sean el motor del cambio que tanto necesitamos en la medicina.

Juntas debemos seguir luchando por una medicina que de respuesta a nuestras necesidades biológicas y psicológicas, y esté respaldada por la ciencia y la práctica sanitaria.


REFERENCIAS:

  • Mujeres invisibles para la medicina. Carmen Valls Llobet. Editorial Capital Swing.
  • Parto y feminismo. Cómo parir en una sociedad machista. Mara Ricoy Olariaga. Publicación Independiente
  • Encuesta Nacional de Salud ENSE, España 2017
  • Observatorio de la Violencia Obstétrica